Su Alteza Real

02.06.2016 00:45

Manuel P. Abascal

REAL MADRID 1-ATLÉTICO DE MADRID 1 (FINAL CHAMPIONS LEAGUE, GANA EL MADRID 5-3 EN LOS PENALTIS)

Difícil de encontrar razonamientos ciertamente lógicos para explicar y posteriormente entender lo que sucede cuando el Real Madrid  empieza a conformar la fila y pisa el terreno de juego ante el sonido ambiente de la canción oficial de la Liga de Campeones. Imposible, máxime cuando meses atrás, nadie, ni en la posición de un optimismo más exacerbado hubiese apostado por llegar a Milán, nadie excepto aquel que conoce, siente y ha mamado lo que es capaz de realizar un equipo que históricamente se ha caracterizado por no dar nada por sentado, por luchar hasta el final.

145 días después de aceptar el puesto vacante por la destitución de Benítez, un hombre que alberga mejor que nadie los valores del madridismo y que creyó en una magnífica plantilla a través de una idea fácil y una gestión sencilla: dotar a los jugadores que conforman el plantel, todo el protagonismo.

Zidane, ha sido capaz de gestionar los recursos con la sencillez y la naturalidad que le caracterizan y revertir una situación que se antojaba desesperada sacando el máximo rendimiento de sus hombres dando un giro de 180º a la situación de la liga peleándola hasta el final y regalando al madridismo su 11ª copa de Europa.

A estas alturas difícilmente nadie en este planeta no conozca la dimensión, la  idiosincrasia de este club centenario y su idílica relación con la copa de Europa. Porque nadie como el Real Madrid entiende, ama, sufre y da la importancia que se merece a “su” competición fetiche. El club ha vuelto en este siglo con la virulencia que le hizo protagonista  antaño y si bien es cierto, que no muchos apostaban por él como firme candidato a levantar la “orejona”, a partir de ahora todos le verán como aquel que no sólo juega finales, sino que las gana. Fue Gary Lineker, aquel oportunista del gol quién acuñó la célebre frase al caer eliminado con la selección inglesa ante  Alemania: El fútbol es un juego en el que se enfrentan once contra once y siempre gana Alemania. Pues bien, a partir del sábado además podremos añadir que la copa de Europa es una competición en la que juegan once contra once donde siempre gana el Real Madrid. Lo que demuestra que no es de una relevancia imperativa en qué situación llega el equipo o incluso, como juegue ese día; ya sea bien, mal o regular. No se sabe bien porqué empieza a considerarse una certeza que al final, el equipo que levante el título sea al Madrid y lo hará, porque se trata de un animal competitivo de una enorme magnitud, lo hará porque lo lleva en su ADN, lo hará porque  ganar prima por encima del camino a seguir para ello. Da igual el parangón de los protagonistas a  largo de su historia; desde Di Stéfano, Gento, pasando por Raúl o Zidane hasta llegar a Ramos y Ronaldo. El resultado siempre ha sido el mismo: Un Real Madrid campeón.

Ni equipos que han pasado por su mejor momento histórico: Benfica, Bayern, Ajax,  Milan, Barcelona o el propio Atlético, han sido capaces de superar al club merengue en la consecución de entorchados europeos; da igual la manera, ya sea para condecorar una maravillosa temporada o para salvarla de manera excepcional.

El Atlético de Madrid, su última víctima, el último equipo en probar como las gasta el club de Chamartín, que peleó lo indecible, que llegó arañar la copa pero que se quedó como ya sucediera en Lisboa, con el indeseable amargor de la derrota.  Su estilo, eso sí, distó mucho del ofrecido hace un par de temporadas, se mostró más firme y decidido, despertando ternura en la derrota, quizás espoleado por el tempranero gol de Ramos, si otra vez el camero cruzándose en el camino del equipo rojiblanco.

Pero el partido nació confuso desde el lado rojiblanco, un equipo construido a base de acero y oficio, amaneció desorientado y despistado en su área lo que provocó los mejores momentos del Madrid en la primera parte. Benzema avisó con un remate a bocajarro a centro chut de Bale con magnífica respuesta de Oblak, fue la antesala del gol madridista. Falta lanzada por Kroos desde el costado izquierdo atlético, peinada hacia atrás por Gareth Bale y remachada por Sergio Ramos en boca de gol, en posición muy dudosa y previamente agarrado por Savic, 1-0. Otra vez Ramos, la bestia negra del Atlético en su historia más reciente por derecho propio. Un gol merecido por lo propuesto hasta el momento, guiado por un Bale que estaba en su mejor versión, vestido de Capitán General multiplicándose en sus funciones mostrándose ágil, veloz, rápido y solidario. Por ahí empezó a ganar la final el Madrid, por ahí y porque su centro del campo se erigía como protagonista, donde Kroos sentaba cátedra y Casemiro se mostraba como el jugador imponente, de jerarquía,….como ya había adelantado Simeone en la previa.

Sin embargo, a medida que la BBC perdía protagonismo arriba, lo iba haciendo a sí mismo el Madrid, que cedía la posesión del balón y si lo tenía se perdía en posesiones largas, infructuosas, con poca mordiente ofensiva. Cedió el terreno al Atlético de una manera descarada, y ya se sabe que cuando el Atlético, un equipo construido para otra índole, sufre sin espacios y cuanto más tiene el balón, más se aleja del gol. El  panorama en el segundo acto fue todavía más exagerado, un segundo periodo que comenzó con el penalti de Pepe sobre Torres (buscado pícaramente por el delantero que interpuso su cuerpo entre el defensa portugués y el balón). Penalti y primera situación en el partido de máxima tensión para el Madrid que fue solventada por el travesaño de la portería de Keylor Navas, que aumentaba así de esa manera como portero para- penaltis, esta vez no lo hizo con el cuerpo y sí con su mirada.

El Atlético cercaba el área de Navas y el Madrid, agazapado, como un tigre esperando su momento para abalanzarse sobre su presa y golpear al rival y dejar finiquitada la final. Y tuvo para ello dos momentos estelares antes del empate rojiblanco en un mano a mano de Benzema que sacó como si de un felino se tratara, Jan Oblak y una jugada colectiva de contragolpe terminada por un remate a quemarropa por Gareth Bale que sacó un defensa atlético bajo palos cuando se cantaba el 2-0. Para entonces, Simeone ya había llamado a filas al belga Yannick Carrasco cuya influencia en el juego fue decisiva, con su salida, agitó el partido desde el punto de vista atlético, delantero con interminables facultades cuyo crecimiento y peso en el panorama futbolístico está aún por determinar. El partido se convirtió en pura alternancia, el Madrid perdía efectivos por agotamiento, Carvajal tuvo que decir: basta. Y sus lágrimas fueron las de todo el madridismo, se había roto, forzó por su Madrid y dejó por el camino sus esperanzas personales de poder asistir al Europeo, unas lágrimas que mezclaban la satisfacción del que no se deja nada y de rabia por sus devastadoras consecuencias. En el camino más de un compañero le susurró: tranquilo Dani, ganaremos por ti. Ese es el Madrid de Zidane, una familia.

Como decía, el Atlético cercaba pero no ejecutaba, las figuras de Ramos, Pepe y Casemiro se agrandaban. Cristiano y Benzema, tocados físicamente se difuminaban, sólo Bale aguantaba el tipo. Zidane apostó por la irreverencia futbolística de Lucas Vázquez y Carrasco percutía por la descuidada zona de Danilo. En una de esas y a escasos diez minutos  del final, Juanfran puso un balón de primeras en el segundo palo que cazó Carrasco ante el infructuoso esfuerzo realizados por Lucas, que llegó un segundo tarde a la acción. El empate estaba servido y la prórroga asomaba.

Llegó entonces otro momento del partido, el Atlético tenía al Madrid donde quería ochenta minutos después, pero inexplicablemente cedió en el acoso y los blancos crecieron en determinación, quizás pensó en la prórroga, quizás pensó en el agotamiento blanco. Pero en lo que no contó fue en la fe del Madrid, que se remangó y volvió a crecer entre calambres. Isco ya ejercía y todo pasaba por sus botas, Bale lesionado por el campo y Marcelo irrumpiendo por la izquierda, el Madrid acabó la prorroga inexplicablemente más fresco que su rival, acababa las jugadas y sembraba el pánico entre los aficionados rojiblancos. Era encomiable y conmovedor ver como un  Madrid agotado acababa las jugadas y embotellaba al Atlético en su área, el equipo rojiblanco estaba grogui, buscando el sonido de la campana, el Madrid de zafarrancho y la injusta determinación de los penaltis en un horizonte muy cercano. La prórroga había sido una contradicción pura, el equipo del Cholo, sometido ante el renacer del Fénix. Un Madrid de orgullo y empaque demostrando una vez más, que hacen mal aquellos en darle por muerto antes de tiempo, un Madrid grandioso de espíritu, derrochando coraje buscando la victoria antes de jugarse la copa de Europa a un cara o cruz. El Atlético no le llegaba el agua al cuello y fue esta vez sí, salvado por la campana. Los penaltis eran un hecho. Una crueldad inmerecida para el derrotado y la gloria bendita para el victorioso. El infierno y la gloria eterna separados por escasos once metros, ahí es nada y todo al mismo tiempo.

Ambos equipos se aferraban a la suerte de los penaltis, los dos capitanes en el centro del campo sorteando lugar y momento. El Atlético “golpea” primero e “inexplicablemente” elige lanzar en segundo lugar. Ramos elige disparar ante las miles de gargantas madridistas y el primero en disponer del lanzamiento es…..Lucas Vázquez que con la serenidad de un veterano recorrió los veinte metros que separan el centro del campo del punto de penalti jugueteando con el balón como de un  Globetrotter se tratara mandando inequívocamente un mensaje de confianza a todos los compañeros, quería sentirse importante y quién más, quién menos tomó este gesto como un detalle de seguridad en sí mismo y lo adoptó como suyo propio. Lucas colocó el balón sobre el punto de penalti, se orientó y mandó el cuero hacia el lado izquierdo de Oblak, balón a la jaula y el Madrid empezaba mandando y el primer penalti de Lucas fue la clave para los madridistas, como así manifestaron todos al concluir el partido.

 Curiosamente todos los jugadores que lanzaron por parte madridista optaron por el lado supuestamente más débil del portero checo; Oblak tantas veces salvador de postín, no estuvo fino y no pudo leer ninguno de los lanzamientos del Madrid. Navas, un consumado especialista en estas lides, tampoco se mostró demasiado solvente, y así se fueron sucediendo los lanzamientos, uno tras otro: Lucas, Marcelo, Bale que consiguió transformar el “gol del cojo”, Ramos que no optó por la locura y sí por la calma, mientras Keylor hablando y compartiendo todos sus secretos con Dios. Mientras que el Atlético optó por lanzar los penaltis al lado opuesto que el día del PSV, todos excepto Antoine Griezmann que eligió el mismo lado. Gabi, Saúl, todos “cumpliendo” con su divina misión,…..hasta que en el cuarto penalti atlético un viejo conocido de “la fábrica” se acerca al punto de penalti colocando el balón con mimo y esmero. Juanfran era el elegido para mantener la igualdad en la tanda, para mantener vivo el sueño atlético,….pero erró. Le pegó mordida y el balón se estrelló junto a las esperanzas atléticas en el palo izquierdo. El turno era para Cristiano, que antes de empezar la tanda había reconocido a sus compañeros que estaba literalmente “muerto”, sería él y no otro  quien dictaminase sentencia. El jugador franquicia, el futbolista señalado por el Olimpo colocó el balón con determinación  y con una inexorable e incontestable manera envió la pelota lejos del alcance de Jan Oblak. Ese disparo que salió de la bota derecha del portugués no iba sólo, ese balón era empujado no sólo por Cristiano, sino por millones de madridistas de todo el planeta que apretaban el puño asegurándose que el cuero tocara la red.

 En ese momento Cristiano Ronaldo con su gol, encendió toda una luz de sueños que se hicieron realidad y apagó otros muchos que se mostraban esperanzados. Así es de cruel una tanda de penaltis, así se determina a un campeón y se ajusticia al derrotado en el fútbol moderno.

Muchos dirán que el fútbol no ha sido justo con el Atlético pero, ¿lo hubiese sido si el Madrid hubiese sido el perdedor?. El fútbol como el destino tiene diferentes puntos de vista. Cristiano mandó a la lona el sueño del Atlético de Madrid y devolvió la vieja copa de Europa a las vitrinas del Santiago Bernabéu. El Madrid consiguió así su undécima copa de Europa y lo hizo siendo víctima de su forma de ser, lo hizo desde el inconformismo, la brega, la lucha, el coraje, y el deseo de saber que no puede escaparse algo que es tuyo, que te pertenece por historia, la niña de tus ojos, esa copa por el que anhela todo el madridismo. Una copa de Europa que corona una temporada irregular pero con final feliz, una enésima demostración de que el Real Madrid es eterno.

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