Chile, campeón en los penaltis (0-0)

05.07.2015 01:57

0 (4) - CHILE: Bravo; Isla, Silva, Medel, Beausejour; Marcelo Díaz, Vidal, Valdivia (Matías Fernández, 74), Aránguiz; Alexis Sánchez y Vargas (Henríquez, 94).

0 (1) - ARGENTINA: Romero; Zabaleta, Demichelis, Otamendi, Marcos Rojo; Mascherano, Biglia, Pastore (Banega, 80); Di María (Lavezzi, 28), Messi y Agüero (Higuaín, 73).

ÁRBITRO: Wilmar Roldán (Colombia). Amonestó a los chilenos Silva, Medel, Marcelo Díaz y Aránguiz; y a los argentinos Marcos Rojo, Mascherano y Banega.

PENALTIS: Matías Fernández, gol (1-0); Messi, gol (1-1); Vidal, gol (2-1); Higuaín, alto (2-1); Aránguiz, gol (3-1); Banega, para Bravo (3-1); Alexis Sánchez, gol (4-1).

INCIDENCIAS: Final de la Copa América 2015. Estadio Nacional de Santiago de Chile, lleno.

Víctor Díaz / Crónicas del Pueblo

Los penaltis han dado esta noche a Chile su primera Copa América. El combinado anfitrión, mejor colectivamente, más fuerte y sano físicamente y más atinado en la tanda de desempate, ha salido campeón a costa de una Argentina a la que le sigue faltando la fortuna y el acierto en las finales.

Es curioso lo caprichoso que puede llegar a ser el deporte rey. A Leo Messi, el mejor jugador de lo que llevamos de siglo y ganador absolutamente de todo con el Barça, continúan resistiéndosele los títulos con la absoluta albiceleste. Messi, sin brillar en un partido en el que, tal y como se jugó, era muy difícil hacerlo, podría llegar a retirarse de la selección argentina sin haber tenido el placer de levantar más títulos que el Mundial Sub 20 de 2005, y el oro olímpico en Pekín 2008. 

Primero Alemania en Brasil 2014 y después Chile le han dejado sucesivamente con una mueca de insatisfacción; aunque hoy al menos se va con el honor intacto de haber sido el único argentino en atinar en una tanda nefasta para ellos.

Por su parte Chile, la Roja genuina, festejará merecidamente en la capital, Santiago, un título que, como a su rival de hoy, ya le tocaba ganar, y que lo ha hecho sin grandes alardes pero con firmeza y solidez en casi todos y cada uno de los encuentros.

Como ya insinuábamos más arriba, la final careció por lo general de brillantez, aunque sí que sobresalió en intensidad, emotividad y, al mismo tiempo, mucha emoción. Fue un choque más de resistencia que otra cosa, y ahí salieron vencedores los anfitriones sobre un contrario que perdió a Di María por lesión a la media hora, y que acabó muy mermado los 120 minutos de guerra deportiva que vieron los espectadores del Estadio Nacional de la capital chilena.

La electricidad fue la nota predominante durante la primera mitad. El centro del campo puesto por Jorge Sampaoli, con Vidal y Marcelo Díaz más los apoyos en la presión de Vargas por delante y Medel y Silva atrás, logró maniatar por momentos tanto a Messi como a Pastore, con lo que el juego de Argentina se resintió un tanto. Siempre por el lado derecho, el que debía defender el hoy muy deficiente Marcos Rojo, Chile lanzaba contras que ponían en peligro la meta de Romero, aunque sin llegar a culminar en la mayoría de las ocasiones.

No obstante, el gran crack del fútbol mundial sí que estaba logrando desempeñar la función que suele llevar a cabo en la albiceleste, que no es otra que crear juego para intentar asociarse con los delanteros. Un centro suyo de falta a los 20 minutos encontró la cabeza del “Kun” Agüero, salvando Bravo la primera clara llegada visitante.

Lesión clave de Di María

Pero la lesión muscular de Di María, después de una carrera conduciendo el balón durante unos sesenta metros, supuso un duro golpe para las aspiraciones argentinas. El jugador del Manchester United, posiblemente el extremo más desequilibrante de todo el torneo, dejaba la final poco antes de la media hora, y Argentina fue progresivamente tomando buenas dosis de precaución ante la rudeza de la que los defensores chilenos hacían gala para intentar frenar sobre todo a Messi. 

Aún así, segundos antes de llegar al descanso y poco después de que Romero salvara un peligroso disparo de Alexis Sánchez, Argentina pudo marcar en la única aparición de Pastore. Lavezzi, sustituto de Di María, mandó contra los puños de Bravo el excelente pase atrás de su compañero en el PSG.

Tras el descanso, el miedo se fue adueñando del terreno de juego también en las filas chilenas, al tiempo que Rojo, amonestado en el 54, hacía oposiciones para irse a la calle con la indulgencia arbitral, la misma que el colombiano Wilmar Roldán tuvo con varios jugadores chilenos. Y después comenzó a aparecer poco a poco la cuestión del físico, que Chile supo gestionar mejor.

Higuaín la tuvo al final

Las oportunidades de gol brillaban por su ausencia, a pesar de que el “Tata” Martino intentó dar frescura al medio campo y al ataque de Argentina con Higuaín –y no Tévez- y Banega. El delantero del Nápoles -y ex del Real Madrid- tuvo el título en sus botas en el último segundo, pero no supo aprovechar en boca de gol el –no excelente, todo sea dicho- pase de la muerte de Lavezzi. Fue prácticamente la única jugada en la que Messi tuvo espacio para salir con claridad, siendo capaz de crear la acción que debió valer la Copa América.

Pero la albiceleste no la aprovechó; y en la prórroga, con Lavezzi, Mascherano y Otamendi “tocados” en sus gemelos y sin cambios, no le quedó otra que aguantar hasta llegar a los penaltis. Alexis, segundos antes del intermedio, tuvo el gol para Chile después de que los problemas físicos de su ex compañero culé le impidieran despejar correctamente; aunque por suerte para Argentina, Zabaleta pudo llegar a tiempo para entorpecer la escapada y el disparo final del “7” chileno, que se marchó alto.

El destino, sin embargo, le dio al atacante del Arsenal la ocasión de redimirse parcialmente de su deficiente campeonato. En los penaltis, tras marcar Messi, Higuaín mandó el balón a las nubes -tal y como había hecho en la jornada final del “scudetto” con la Champions en juego para el Nápoles- en el segundo tiro argentino; y Banega, nervioso, se lo puso bien fácil a Bravo en el tercero. Los chilenos fueron acertando, y Alexis tuvo su momento de gloria marcando el cuarto y decisivo lanzamiento con frialdad y suavidad, casi a lo Panenka. Camiseta al viento, euforia en las gradas, y gloria para Chile.

 

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