Apenas un instante

10.10.2015 10:11

Almudena González de Sande / Crónicas del Pueblo

Fue apenas un instante lo que duró el roce de su puño en su mejilla, rasgándole la piel incendiada, rompiéndole el alma.

En apenas un instante su cabeza quedaba aprisionada contra el suelo, mientras temblaba de miedo y las lágrimas y la orina oscurecían el parqué del salón, y ella repetía en silencio la misma pregunta, como una letanía "¿Por qué me haces esto si yo te amo? ¿Por qué?"

Y en el instante en el que decidió rendirse cerró los ojos y pensó en las  manos que ahora la asfixiaban, en la primera vez que las caricias se tornaron golpes y los besos gritos, en el día en que permitió que la humillación se instalara en su casa para siempre.

Y también pensó en sus manos, aquéllas que cada vez que intentó pedir ayuda colgaban el teléfono asustadas, aquéllas que seguían añorando las de quién tan injustamente la castigaba, las que no tenían fuerza ya para contener a su verdugo.

Y durante un instante imaginó que su vida no era ya su vida, que no había lágrimas, que no había dolor ni humillación, que él se había marchado para siempre.

Y lo consiguió.

Él cerró la puerta tras de sí mientras ella yacía inerte en el suelo, dormida para siempre, lejos de él, libre al fin de su maltrato, porque ya nada más podría hacerle daño nunca.

Todo sucedió en apenas un instante, en ese instante en que la oí gritar y no hice nada. En ese maldito instante.

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