La alegría de María

22.06.2016 14:09

Alberto Gil / Crónicas del Pueblo

No se estila, decía la canción que cantaba María Dolores Pradera. No se estila dice ahora la gente. Antes no se estilaba que alguien se pusiera para cenar jazmines en el ojal. Ahora no se estila que digan de alguien que es alegre. Y si no se estila no está de moda, y si no está de moda no queda bien. Y si no queda bien, que ni se nos ocurra llevar la contraria.

Qué temeridad hacer aquello que no se estila. Claro que ser alegre no se hace, se es. Qué lío, vaya lío.

¿Y María? ¿Quién es María?

María es la que quiere cenar con un hombre que se ponga jazmines en el ojal aunque no se estile porque ella es alegre, aunque no se estile.

Pero… ¡si no se estila! ¿Y qué más le da a María que no se estile? Es que ella no tiene ni idea, ni le importa no tenerla, acerca de qué es eso del estilo. Es analfabeta. Es, ¿quién es?

Tal vez ni ella misma lo sepa. Sabe que nació en una chabola, que cada día dicen que será el último, pero que se equivocan. Entonces, claro, si se equivocan en eso, también podrían hacerlo en lo del estilo.

Y María cada día con su alegría cargada a las espaldas de su miseria va a la fábrica donde trabajará en jornadas interminables, en condiciones inasumibles para los apóstoles del estilo, pero que ella sí afronta como nadie.

Pero, un momento, ¿es que puede ser alegre quien ha nacido en una chabola infecta y trabaja de sol a sol en condiciones inasumibles y malvive y es criticada?

Sí, María, la que padece el analfabetismo de los estilos, es alegre. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿A qué fin?

Los analistas de sentimientos dirán que se debe a los genes o a la evolución de la especie o a causas naturales. Los abogados de lo sobrenatural hablarán de un fenómeno extraño, tal vez una abdución extraterrestre.

María canta y sonríe y hasta daría volteretas sobre los charcos del suburbio si no fuera porque… no hay charcos.Dejémosla hablar a ella.

-Yo nací en una ribera… Ah, no. Que eso corresponde a otra canción. Yo nací en una casa de hojalata y techos de cartón, me amamanté de leche de una vaca tuerta y me vistieron con la saya remendada de la abuela Rosario. Yo crecí entre vecinas, comadres y chulos y pronto empecé como aprendiz en la fábrica de ataúdes. Yo hoy espero a ser vieja como mi abuela aunque tenga treinta años o así. Pero soy la dueña de la alegría, que para eso me llamo María. Aunque me critiquen y no conciban que pueda ser así. Y es que me gusta cantar y reír y dar volteretas. La risa la aprendí de los pájaros, las canciones de la vieja radio que sonaba en otra chabola y las volteretas las empecé a dar cuando vi unos carromatos de circo un día cuando pasaron por delante camino de otra ciudad. En la fábrica somos muchas, la mayoría rrefunfuña y jura y perjura. El capataz es mu malcarao pero yo sonrío cuando no me ve porque… ¡soy alegre!

Qué cosas. Habría que decirle que no lo haga, que haciendo eso lo único que consigue es que la llamen loca.

La vi un día al pasar. Estaba acodado en la ventana de la ferretería de la que soy aprendiz, mientras el patrón se apresuraba a prepararme un encargo que debía llevar a no sé qué cliente. La vi pasar con su sonrisa y su voz cantarina y su contoneo feliz. Quise saber más. La vi pasar un día y otro día y otro siempre alegre, siempre por la mañana temprano. Supe que se llamaba María y supe que decían de ella que estaba loca. ¿Loca por ser alegre? Qué locura.

Hoy me he puesto un jazmín que cogí de una maceta y me lo he colocado en el ojal de mi chaqueta de los domingos y le diré a María que venga a cenar conmigo. Hoy también yo seré alegre. Lo seré por fin.

Sí, yo, del que siempre dijeron que era el triste, el apocado y enjuto Manolito el triste. Que no sé cómo se hace para sonreír, que no sé cantar y que soy muy patoso al andar.

Sí, yo invitaré a cenar a María junto a la fuente del Campillo. Le pediré a la Flora, la dueña de la tasca de mi barrio, que me prepare una tortilla de patatas y unos filetes empanados. Y cogeré su mano y le diré que me enseñe a sonreír al mismo tiempo que las estrellas sonríen también porque es noche clara, es la noche de san Juan.

Y entonces sabré también algo más, comprenderé que la alegría de María no depende de nada ni de nadie, es que ella es la alegría, como el río es el río o la pobreza es la pobreza.

 

 

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