Esa maldita palabra, por Iñigo Doñabeitia

25.04.2014 14:37

Ayer, nuevamente, la palabra cáncer volvía a ser noticia. Y, cómo no, es una mala noticia. El ex entrenador del FC Barcelona, Tito Vilanova, ha recaído en su enfermedad.  Ha sido operado de urgencia y se encuentra en estado grave.

Lo primero, desde aquí, mandar todo mi apoyo y mi fuerza para Tito Vilanova y toda su familia. Pero no me voy a quedar aquí, mi intención es ir mucho más allá. El cáncer, por desgracia, es una enfermedad que afecta a un elevado porcentaje de la población, y que genera una gran serie de dificultades. Es dura, es muy dura, y hace sufrir mucho a mucha gente. Así que, igual que he hecho con Tito y su familia, me gustaría enviar toda la fuerza, todo el ánimo y  todo el apoyo a las personas que sufren por culpa de ésa maldita enfermedad.

Me considero una persona ajena al concepto del odio, no me gusta, pero si es cierto que hay cosas en ésta vida que nos inducen a sentir algo parecido a ello, y con el cáncer a mí me ocurre algo semejante. Es oír hablar del tema, saber que personas a las que quiero, a las que aprecio, conozco, o incluso a aquellos que me son totalmente ajenos,  sufren de semejante manera me hace hervir la sangre, enciende en mí todas las alarmas de rechazo que tengo y me repele enormemente.

El cáncer, como tal, es algo inevitable, al menos hasta ahora, que puede aparecer en cualquier momento y a cualquier persona; pero esto es así en la mayoría de enfermedades. La cuestión es, ¿por qué es el cáncer tan especial y duro?

La respuesta es clara, porque el tratamiento que se ofrece para aplacarlo hace más daño que la propia enfermedad. Y aquí es cuando a mí me asalta el coraje, y me hierve la sangre. ¿Saben ustedes por qué se siguen aplicando tratamientos de radioterapia y quimioterapia a los enfermos de cáncer, en vez de tratarlos con métodos más modernos y menos nocivos? Por el mal endémico de éste mundo, lo que más sufrimientos desata y más desigualdades fomenta. El dinero, el maldito y asqueroso dinero.

Las empresas farmacéuticas gozan de un poder brutal en las altas esferas, y a pesar de que existen cientos de estudios de formas de tratamiento y cura del cáncer más baratos, sencillos y mucho menos nocivos para el organismo que los anteriormente mencionados, no les interesa perder aquello que les genera miles de millones para sus bolsillos. Así de triste es la cruda realidad. Mientras unos pocos, que se supone que estudiaron para hacer mejor la vida de los demás, siguen colmando sus chequeras, el mundo entero sufre las repercusiones de su falta de humanidad y de ética. Patético.

Por desgracia la vida me ha puesto frente a frente con este sufrimiento, y personas a las que quiero y valoro, e incluso que quería y valoraba, han tenido que pasar por el difícil trago que ésta enfermedad supone. Y el sufrimiento que se vive, la ansiedad que genera, y el dolor que aflora en el entorno de ello, no se lo recomiendo ni al peor de mis enemigos.

Creo que no hay palabra, quizás ni la propia muerte tan magnánima y terrible, que cause mayor impacto que el término cáncer. Todos nosotros, de una manera u otra, estamos preparados para asimilar la muerte, pero no para aceptar el sufrimiento inherente que causa el cáncer.

Ojalá se descubra algún día una vacuna para el cáncer, y podamos extirpar de la sociedad el sufrimiento que éste nos origina. Y ojalá viviésemos en un mundo mejor, en que todo el mundo antepusiese la vida y el estado de bienestar de los humanos, a su propia cartera y el beneficio propio que les genera.

Repito, para acabar, mi absoluto y profundo apoyo a todos los que sufren por culpa del cáncer. El mundo, o al menos gran parte de él, está con vosotros. No dejéis de luchar nunca.

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